La cocina mexicana en la Independencia: un banquete de identidad

Cuando Miguel Hidalgo dio el Grito de Dolores en 1810, no solo comenzó una guerra política, también se encendió un fuego culinario que unió a un país diverso. La gastronomía mexicana fue, y sigue siendo, un elemento de cohesión cultural que ayudó a forjar la identidad nacional.

Comida para insurgentes y esperanza para el pueblo

Los ejércitos insurgentes debían alimentarse en territorios donde el maíz, el frijol, el chile y el cacao eran la base de la dieta. Según el historiador José Iturriaga (La Cocina Mexicana a Través de los Siglos, UNAM, 2010), estas “cocinas de campaña” se convirtieron en un espacio de encuentro entre indígenas, mestizos y criollos. El simple acto de compartir un atole caliente o un taco de frijoles significaba unidad frente a la adversidad.

Símbolos patrios en la mesa


Uno de los platillos más emblemáticos de esta época es el chile en nogada. De acuerdo con la Secretaría de Cultura (CONACULTA, 2013), las monjas agustinas de Puebla crearon esta receta en 1821 para celebrar la entrada triunfal del Ejército Trigarante. Los colores de la bandera —verde, blanco y rojo— se plasmaron en el plato como un gesto de independencia y orgullo.

Legado y reconocimiento mundial

En 2010, la UNESCO declaró a la cocina tradicional mexicana Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconociéndola como “modelo cultural integral” que integra agricultura, técnicas ancestrales y rituales comunitarios. Este reconocimiento confirma que la comida que nutrió a los insurgentes hoy representa a México en el mundo.

“Cada platillo es un relato de resistencia, un acto de memoria y un símbolo de libertad.” — UNESCO, 2010.

La Independencia no solo nos dio un país libre: nos regaló una identidad gastronómica que viaja de generación en generación, orgullosamente mexicana.

En este Mes Patrio, celebremos lo que significa ser mexicanos: unirnos en torno a la mesa, honrar nuestra historia y disfrutar de una diversidad de sabores que pocos países pueden presumir. Cada platillo, cada ingrediente, es un acto de orgullo nacional y un recordatorio de que nuestra tierra es tan generosa como nuestra gente.